miércoles, 10 de agosto de 2011

:)

Metí el laúd de mi padre en el estuche. Sentí como si estuviera robando, pero no se me ocurría nada más que pudiera recordarme a mis padres. Sus manos habían acariciado esa madera miles de veces.
Entonces me marché. Me adentré en el bosque y seguí caminando hasta que el amanecer empezó a iluminar el horizonte por el este. Cuando los pájaros empezaron a cantar, me detuve, y dejé mi bolsa en el suelo. Saqué el láud de mi padre, lo sujeté contra mi cuerpo y me puse a tocar.
Me dolían los dedos, pero toqué de todas formas. Toqué hasta que me sangraron. Toqué hasta que el sol brilló a través de los árboles.
Toqué hasta que me dolieron los brazos. Toqué, intentando no recordar, hasta que me quedé dormido.

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